Se abrió la Caja de Pandora. Y el petróleo es la trinchera en que se confrontan dos polarizadas y cuestionadas formas de ver al mundo que, coinciden, empero, en la urgencia de restaurar el petróleo como resorte de la economía nacional.
Aproximadamente a las 11 horas del domingo, en la Plaza de la Constitución, el perredista tabasqueño Andrés Manuel López Obrador reconoció a los legisladores federales el haber evitado el albazo de la llamada reforma energética, al tomar las tribunas en las cámaras de Senadores y Diputados el jueves 10 de abril.
El argumento era impedir el inicio del debate legislativo de la propuesta presidencial, presentada el nueve de abril por la secretaria de Energía, Georgina Kessel.
Anunció López Obrador, allí, en el corazón de la República, que el martes 15 de abril se definirán acciones de lo que considera la resistencia civil pacífica contra la privatización del petróleo. Mientras tanto, se organiza el ayuno de senadores perredistas, en donde se aceptará la participación de diputados y legisladores de otros partidos políticos.
El fondo de la estrategia política, podría ser explicable, empero, la forma, del uso de la fuerza para imponer la parálisis legislativa, es cuestionable, incluso por perredistas como la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta Salgado, cuya corriente se inclina por el debate de las ideas.
Reconoce, empero, esta parte del partido, que mientras exista el vacío en la presidencia nacional, causado por el peje madruguete del 16 de marzo en que se intentó imponer al pejista Alejandro Encinas Rodríguez y emergió el cochinero electoral, difícil será que el PRD muestre una línea ya no se diga cohesionada, sino por lo menos coherente con los postulados democráticos y pacifistas que enuncian en su llamada resistencia civil.
Y el problema parece complicarse con la soberbia posición de los panistas. El dirigente nacional, el michoacano Germán Martínez Cázarez, en una entrevista a la agencia oficial NOTIMEX divulgada hoy, pide que a los legisladores paristas se les descuente cada uno de los días de parálisis legislativa, lo que si bien es cierto que suena lógico, políticamente muestra una falta de sensibilidad política para buscar destrabar la compleja situación mediante el diálogo y la negociación.
Un elemento que sería el eco de lo que sucede en el mismo Congreso de la Unión, en donde el perredista leonés Carlos Navarrete apuntó que si bien ha recibido llamadas telefónicas de los coordinadores políticos del PAN, Santiago Creel y del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera, nada se ha podido avanzar para establecer un punto y hora de reunión.
Podría decirse que la administración Calderón respeta el principio de los monólogos de su antecesor Vicente Fox, en donde se aplica la estructura transnacional de que el gerente habla y los empleados ejecutan las instrucciones.
Estas instrucciones que por más que se le busque su bondad, la única que se observa es que puso en el centro de la discusión el presente y futuro del petróleo mexicano, que en la nacionalización del 18 de marzo de 1938, su objetivo de servir como resorte del desarrollo económico nacional para garantizar la soberanía y autonomía nacionales.
Objetivos que se desviaron desde el tiempo del presidente Adolfo Ruiz Cortines. La administración del veracruzano inició el 1 de diciembre de 1952 y a su sombra, la industria petrolera fue secuestrada por las camarillas en el poder, creándose la horneada de nuevos ricos sexenales, en complicidad con una casta privilegiada sindical que muchos años usufrutuó el tamaulipeco Joaquín Hernández Galicia, conocido como La Quina de horca y cuchillo.
Con base en las denuncias constantes del investigador universitario John Saxe Fernández, desde el escritorio del secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, se inició en 1982 la devastación de la empresa al descapitalizarla por medio de impuestos que han sostenido el dispendio de los gobiernos federales tecnócratas y conservadores, según la óptica del investigador universitario, para crear las condiciones que permitieran rematar a la industria en calidad de fierros viejos.
Con el cambio retórico de producto estratégico a producto secundario de la petroquímica, lo intentó hacer por allá de 1993, ya siendo presidente Carlos Salinas y fue su persecutor, Ernesto Zedillo quien preparó una reforma en 1997, que se detuvo por la irritación social causada por la desaparición del FOBAPROA y nacimiento del IPAB, en que se protegió la impunidad de los grandes saqueadores financieros del país y se cargó la factura a los contribuyentes en cuando menos los próximos 50 años.
Curiosamente, el autor material del rescate a los banqueros que se jactó de hacerlo a tras mano del Congreso de la Unión, el director del Fondo Monetario Internacional, Guillermo Ortiz Martínez, comentó el domingo en Washington, que la propuesta del conservador Felipe Calderón es la correcta, lo que hace dudar, entonces, del objetivo real para hacer la reforma energética.
Es difícil soslayar que desde julio de 2006, analistas estadounidenses denunciaron que la Halliburton habría financiado la campaña presidencial del panista michoacano a cambio de la privatización petrolera.
Visto así, se tiene abierta la caja de Pandora, sin que se pueda pensar en que el petróleo será regresado a los mexicanos, ya que por un lado existe el protagonismo del caudillo que dese asumir el poder presidencial sin importar las formas y por el otro, un grupo que pretende legalizar el secuestro de una empresa que beneficia a su camarilla y lo peor, con un tufillo de cumplir mandatos ajenos a los intereses mexicanos.
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