Factor de discordia. Así observa parte de la base militante perredista a su excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador. Otros, critican su activismo a favor de su alfil para encumbrarlo en la presidencia nacional partidista. Los menos, lo victimizan por la soberbia de sus adversarios intrapartido. Un consenso: Se vive la peor crisis del PRD.
“Perredistas acusan a Obrador de poner al partido en crisis”, publicó de nota principal el 17 de Diciembre de 2007 El Sol de México, periódico insignia de Organización Editorial Mexicana con cerca de 70 diarios y 30 estaciones de radio en la República Mexicana. Un trabajo meticuloso que dio voz a las diferentes voces al interior del sol azteca.
Aceptaron los entrevistados la peor crisis en su historia del partido, aunque difieren de la paternidad. Es imposible, empero, ocultar que el Señor de Macuspana usa y abusa de la logística del Frente Amplio Progresista, integrado por el PRD, PT y Convergencia, para impulsar a su alfil Alejandro Encinas Rodríguez como el idóneo a dirigir al partido.
El economista de 53 años de edad relevó al tabasqueño en la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, en donde lo mismo avaló a su antecesor en la construcción de los segundos pisos que favorecen al cinco por ciento de la población, que el remate de cerca de 700 edificios en el Zócalo capitalino al magnate Carlos Slim Helú.
La historia de la relación López-Encinas podría remontarse directamente en 1994, cuando fracasó el excandidato presidencial perredista en la concertacesión para ser gobernador de Tabasco en 1994 con el presidente Ernesto Zedillo, y Alejandro encabezó con entusiasmo la toma de oficinas de PEMEX en protesta por el incumplimiento ajeno a la voluntad zedillista.
Dos antecedentes que anticipan el particular estilo de administrar al PRD si fuese electo el 16 de marzo de 2008 que, en pocas palabras, sería la prolongación del maximato pejista afianzado con el expriísta sudbajacaliforniano Leonel Cota Montaño, y garantizar su tozudez para repetir la aventura en buscar la silla presidencial en 2012.
Sustenta su razón es que a sus 54 años de edad, Andrés Manuel en la fe de que se cumplirá el “acuerdo” con el presidente Ernesto Zedillo hecho público el 2 de junio de 1996 en Misantla, Veracruz: “No queremos alianzas con el presidente, sino acuerdos donde él se comprometa con el pueblo y con la nación, con nosotros”.
Su espaldarazo: “Queremos un nuevo proyecto nacional, pero ello sería imposible si perdemos la nación… Le reitero al presidente un acuerdo de unidad y apoyo político”. Es decir, que legitimó al presidente acechado por un potencial golpe de Estado, según comprobó el mandatario en su gira por los Estados Unidos el 10 de agosto de 1995.
El giro pejista de 360 grados molestó a perredistas como Heberto Castillo que el 10 de junio de 1996 observó que López Obrador primero impulsó con Cuahutémoc Cárdenas un gobierno de salvación nacional y ahora pugnaba, aunque se había concretado, un acuerdo con Zedillo lo que implicó el apoyo a la política neoliberal y la traición al partido.
Así se explica que el PRI perdiese en 1997 la primera Jefatura de Gobierno, la mayoría en la Cámara de Diputados, las gubernaturas de Zacatecas con Ricardo Monreal Ávila en 1998 y un año después la de Tlaxcala con Alfonso Sánchez Anaya y Baja California Sur con Leonel Cota Montaño y en el 2000 Chiapas con Pablo Salazar Mendiguchia.
Ernesto Zedillo le pagó a Vicente Fox al entregarle la presidencia en correspondencia a su apoyo a la transición de FOBAPROA a IPAB el 19 de enero de 1999, después de haber sacado a patadas al máximo dirigente del PAN, Felipe Calderón que se oponía a borrar las huellas de la infamia del mayor saqueo en la historia del país.
Ahora, el de Macuspana siente que es su turno para cobrar la factura pendiente, Andrés Manuel López Obrador requiere imponer a Encinas Rodríguez al frente del PRD, bajo la amenaza no tan discreta de irse y formar un nuevo partido con el PT nacido de las arcas de Raúl Salinas de Gortari, por lo que no es casual que su organizador pueda ser el salinista Manuel Camacho Solís. Así, es difícil pensar en un proyecto de izquierda nacional.
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