El incumplimiento patronal de la llamada Ley Ingersoll, promulgada en 1886 por el presidente de los Estados Unidos, Andrew Jonson, que establecía la jornada obrera de ocho horas, provocó el repudio de los trabajadores que estallaron cinco mil huelgas y en la represión policíaca a una manifestación en Chicago el 1 de mayo, estalló una bomba.
Aunque nunca se pudo descubrir a los responsables del atentado, se detuvieron y juzgaron sumariamente y colgados el 11 de noviembre de 1887 a los periodistas anarquistas, el estadounidense de 39 años Albert Parsons, a los alemanes de 31 años August Spies y Adolpfh Fischer de 30 años y su paisano de 50 años, el tipógrafo George Engel.
Los dos hechos conmocionaron al mundo y el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889, es una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago establece el 1 de mayo como el Día Internacional del Trabajo, que en México se conmemora en sus primeros años, a puerta cerrada.
La Casa del Obrero Mundial realiza la primera manifestación pública en 1913 para honrar a los mártires de Río Blanco y Cananea y exigir la jornada de ocho horas con más de 25 mil trabajadores. Espantando, el dictador Victoriano Huerta ordenó encarcelar a los líderes. Empero, en 1914 se fundó la Confederación de Sindicatos del Distrito Federal
A partir del 5 de febrero de 1917 la Constitución protege a los trabajadores y en 1918 se crea en Santillo, Coahuila, la Confederación Regional Obrera Mexicana y un año después encarcelan a sus líderes que conmemoran a los Mártires de Chicago. En 1923 el general Álvaro Obregón instituye la fiesta obrera y en 1925 es testigo de honor el presidente Calles.
Un desfile que confirmaba el pacto social del Constituyente del 17, se transformó en 1985 en protestas contra el neoliberalismo del primer tecnócrata adoctrinado en Harvard, Miguel de la Madrid y, ayer, acorde a los nuevos tiempos, registró la ausencia presidencial.
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