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Transición


Por MARIO LUIS ALTUZAR SUAREZ



Impresiona ver el despliegue militar en la República. Como si poco a poco se convirtiera en zona de guerra. Impacta el mensaje presidencial en medios electrónicos para convocar a la unidad de todos los mexicanos para combatir a la delincuencia. Un marco en donde el Ejecutivo confirma su proyecto económico y político para 30 años más.


Una realidad que se hace cotidiana. El 18 de mayo, al dirigirnos de San Luis Potosí a Zacatecas un grupo de periodistas, encontramos un retén militar. El comportamiento de los soldados fue amable, es cierto, pero en los 40 minutos que tardó la revisión del vehículo nos permitió observar una guarnición superior a los 30 elementos armados y nerviosos.


Eran las 16 horas. Tal vez sea distinto en la oscuridad de la noche. El riesgo aumenta por una cuestión natural: Los soldados están visibles y por lo menos en ese retén se carece de observadores de avanzada que permita establecer el tránsito de los vehículos antes de llegar al punto de revisión. Si se tratase de unidades hostiles, sería tarde su detección.


Podría decirse que es un error producto de la acelerada incursión militar para recuperar la seguridad del país. Pero preocupa. El 22 de mayo se informó que inició el ejército el patrullaje de Monterrey. Antes lo iniciaron en Michoacán y después en Cananea, Sonora y ya se desplazaron a Morelos y sigue en el resto del país. ¿Cuántos errores se cometerán?


Hay razón. La Comisión Nacional de Derechos Humanos documenta violaciones a las garantías de ciudadanos en zonas de conflicto. Es complejo. Sería difícil que un militar solicite al criminal que por favor se entregue y ponga el mismo las esposas para evitar lastimar sus muñecas. Y casi imposible que el delincuente responda a esa civilidad.


Otro elemento a considerar es que los criminales se mimetizan en la comunidad. La crónica de la mujer de 28 años es un ejemplo. Los vecinos la consideraban una tranquila comerciante de ropa a plazos. Hasta que se dio el feroz enfrentamiento con el ejército. Mostró su agresividad al disparar armas de alto poder hasta caer muerta.


Surge la pregunta: ¿Cómo saber en que casa se acaban de instalar los criminales? ¿Cómo saber si se metieron en un domicilio contra la voluntad de los residentes? ¿Cómo diferencias a un criminal que camina normalmente por la calle al lado de otros ciudadanos con similitud en vestimenta? Y tantas más.


Elementos que hacen reflexionar sobre la función de las fuerzas armadas para preservar la seguridad de la nación y que están entrenados como maquinas de guerra para enfrentar al enemigo, ya sea un ejército de otro país o guerrillas en zonas montañosas y rurales. Es como un buldózer que arrasa con una edificación o los obstáculos agrestes.


Si se trata de realizar reparaciones a la edificación, es difícil que un arquitecto o albañil utilice un buldózer y en cambio, buscará personal que analice los daños para repararlos, que sería el trabajo encomendado a las diferentes corporaciones policíacas, y que muestran una sospechosa incapacidad para realizar sus actividades.


Desde 1993 en que se creó la Comisión Nacional de Derechos Humanos, ha servido de pretexto para justificar la parálisis policíaca. A partir del 2000, por ejemplo, el Gobierno del Distrito Federal se amparó en el supuesto obstáculo del organismo para inhibir la denuncia de los delitos al entregar la información al criminal y negarla a la víctima.


El académico Bernardo Batiz, fiscal capitalino explicó que su personal detenido en flagrancia, cometía los ilícitos en su tiempo libre. A nivel federal hay silencio sobre los funcionarios foxistas, incluso uno de la Residencia Los Pinos, ligados al hampa. Y nadie está a salvo. Ni militares, directivos judiciales, ni políticos, periodistas o ciudadanos.


Pareciera que tiene un mayor fondo la parálisis policíaca que mantiene en la impunidad los crímenes atribuidos al crimen organizado y que supera los registros del foxismo. Se presiente que la militarización del país es parte de un plan bien diseñado para realizar una tersa transición hacia la dictadura, avalada por la desesperada población.


Un panorama que lleva a recordar que históricamente los dictadores crean enemigos externos o internos, para apelar, en nombre de la seguridad nacional, la unidad de sus gobernados y perpetuarse en el poder. No sería casual, entonces, que en medio de esta guerra anticrimen el presidente Calderón tenga proyectos para 30 años más. Al tiempo.


www.arcanorevista.com







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