Al conmemorar el LXIX Aniversario de la Expropiación petrolera en Ixhuatlan, Veracruz, el presidente Felipe Dalderòn mostró las entrañas del saqueo del petróleo al grado de que solamente se cuentan con reservas para nueve años sin que se sientan los beneficios en la explotación de un recurso que es de todos los mexicanos.
El discurso del mandatario mexicano estuvo lejos de la queja o el reclamo y con la mirada puesta en el horizonte, convocó al Congreso de la Unión para buscar las reformas constitucionales que, sin privatizar directamente a Petróleos Mexicanos, la rescaten para hacerla eficiente y terminar con la corrupción.
Las cifras son alarmantes. El presidente Calderón señaló que la deuda de la empresa asciende a 100 mil millones de dólares aproximadamente. El problema es que no se precisó el origen de esa deuda, cuando desde 1977 el señor José López Portillo recibía en filas largas, a los banqueros que querían prestar dinero con el aval petrolero.
Mucho se ha dicho de la corrupción imperante en el tiempo del cacique de horca y cuchillo, el tampiqueño Joaquín Hernández “La Quina” Galicia, que sería insuficiente para explicar el colapso de una empresa que sus iguales en el mundo, registran grandes utilidades. La corrupción de gobiernos tecnócratas y el foxismo si lo explicaría.
Por lo tanto, es loable que el señor Calderón se preocupe y ocupe en resolver la anunciada crisis petrolera que se vendrá en menos de nueve años. Pero paralelamente se antojaría escuchar que se investigaría sobre el destino de millonarios ingresos que se evaporaron en sospechosos fideicomisos inaccesibles a los mismos legisladores.
Parecería que se cumple aquel verso del poeta zacatecano, Ramón López Velarde: “El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros de petróleo el diablo”, ante la dependencia alimentaria y el saqueo salvaje de la tecnocracia y el cambio fallido para concluir: “Don José, se equivocó. ¿Nos volvieron a saquear!”
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