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Agotamiento


Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ



Tardía, por decir lo menos, es la respuesta del gobierno mexicano a la crisis económica mundial. Tan parecida al programa anunciado casi al mismo tiempo de Colombia. Y genera suspicacia. Máxime que el destinatario es el gran capital. Forma distinta con el mismo fondo de la solución aplicada por las potencias. Sin resultado.


La retórica induce a mostrar un proceso inédito. De generación espontánea. Elude responsabilizar y diagnosticar las causas. Concentra su esfuerzo en los efectos. Repite la fórmula agotada del dogma del neoliberalismo en donde se socializa democráticamente la pérdida y se protege la privatización de las utilidades de la oligarquía mundial.


Sin embargo, la historia emerge. El dos de julio de 1997 se desplomó la moneda de Tailandia. En cuestión de horas arrastró a Malasia, Indonesia, Filipinas y Corea del Sur. Se abolló el orgullo del modelo económico neoliberal. Un signo de que el modelo sustentado en el consumo se había desviado hacia la especulación sin producción.


Como respuesta paliativa fue el auxilio emergente del Fondo Monetario Internacional con créditos que, dos años después, parecerían ser la solución adecuada.


Antes, en México, el 18 de octubre de 1987 se presentó el crack de la Bolsa Mexicana de Valores. Se clonó la horneada de nuevos ricos del alemanismo. Los beneficiarios de la privatización de las empresas estatales y de la banca. Rescatados, banqueros, carreteros y azucareros, los que remataron a las transnacionales.


Si se toma como referencia el caso mexicano, serían 21 años de proceso. Si se prefiere el caso del Tigre Asiático, serían 11 años. Aunque podría irse un poco atrás: En 1973 en que se canceló el patrón oro como rector de la economía y entronizar al papel moneda que es substituido por instrumentos bursátiles en la economía virtual en los 90.


Para entender mejor el tiempo de un proceso, menciónese el desarrollo estabilizador mexicano que de 1958 a 1969 registró un crecimiento anual cercano del 6.6 con inflación del 2.2 por ciento. Sujetarse a la doctrina de la Universidad de Chicago entre en 1970 y 1973 colapsó la economía en 1982. Tardó 10 años en manifestarse.


En el caso particular de los Estados Unidos, en 1999 se aprobó la Ley de Modernización de los Servicios Financieros, que anuló los controles y supervisión de la Reserva Federal (el Banco Central), lo que permitió la especulación financiera sin el mínimo respaldo de una planta productiva, necesaria para el modelo de consumo.


Ya se había denunciado en 1998 que era absurdo que una empresa con niveles óptimos de producción y ventas, por los misterios de los operadores de casas de bolsa, se viese en problemas económicos incomprensibles en donde los beneficiarios eran los anónimos inversionistas con fondos sustentados únicamente en papel bursátil.


Una economía virtual o de ficción en donde la ONU estimó en 1997 que unos 370 apellidos de Wall Street acumulaban una riqueza equivalente al PIB anual de 172 naciones y en México, menos de 300 apellidos poseían más del 75 por ciento de los depósitos bancarios. Dicho de otra forma: Fue la salvaje concentración de la riqueza.


Se agotó el esquema. En agosto de 2007 se presentaron los primeros signos en los Estados Unidos con su efecto directo en México al iniciar la caída de las remesas de 11 millones de inmigrantes mexicanos, el principal producto de exportación azteca. Se agudizó la manipulación bursátil en precios de alimentos y materias primas.


Todo exceso es malo. El gobierno del republicano George W. Bush inyectó cerca de 700 mil millones de dólares públicos desde agosto a la fecha en que explotó la crisis financiera atribuida a las hipotecas inmobiliarias. Logró, además, un rescate bancario por otros 700 mil millones de dólares y en letra pequeña hay una cantidad igual.


Un FOBAPROA made in USA que agudiza el problema. Y en sus aliados, México y Colombia, se anuncia la exención de impuestos a la inversión extranjera y grandes obras que benefician directamente a empresarios, en su mayoría, asociados a transnacionales, ya que pequeños y medianos empresarios, están en proceso de extinción.


Los resultados son de pronóstico reservado. La gran depresión de 1929 se solucionó con la Segunda Guerra Mundial y cerca de 60 millones de víctimas. Y la crisis actual, todos coinciden en que es más grave, ya que lejos de reaccionar la economía al rescate oficial y bajas de interés, se profundiza. Lo único cierto, es que nada será igual el día después.


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