El problema es de precio, no por desabasto de alimentos, dijo a los medios de comunicación el secretario de Agricultura, el jalisciense Alberto Cárdenas, al comentar las medidas de emergencia que anunció el presidente Felipe Calderón.
Una observación que coincide con el estudio del Banco Mundial de 1986, en donde señaló: El hambre nace, en primer lugar, de la pobreza. La seguridad alimentaria de las personas depende esencialmente de su poder adquisitivo y no de la disponibilidad física de alimentos.
Y la pobreza tiene su origen, según la Carta Encíclica Redemptor hominis del Papa Juan Pablo II que emitió en 1979 en la amplitud del fenómeno pone en tela de juicio las estructuras y los mecanismos financieros, monetarios, productivos y comerciales que, apoyados en diversas presiones políticas, rigen la economía mundial.
Estos elementos se pueden resumir en una palabra: Globalización, el proceso con el que se intenta disimular el feroz imperialismo en que se acuna la Dictadura de las Transnacionales y su Teología Neoliberal en que los Evangelios de la Economía permite esconder en dogmas económicos, las causas reales de la hambruna mundial:
La voracidad y ambición de una minoría que pretende esclavizar al ser humano y proteger su riqueza por medio de la limpieza ética. Véase si no:
Eduardo Sojo, secretario de Economía vaticinó que la carestía en los alimentos podría continuar de dos a tres años más. Afectará a todos aunque será más agudo en los pobres de los pobres.
Según Ernesto Cordero, secretario de Desarrollo Social, solamente existen cinco millones 800 mil familias consideradas como las más pobres, que a un promedio de cuatro integrantes totalizaría 20 millones.
Es decir, 28 millones menos que la aceptación oficial en el foxiato que presumía de haber reducido la pobreza extrema en cinco millones de personas, curiosamente, los expulsados económicos de sus lugares de origen entre 2000 y 2006 en que padecimos la verborrea incansable del supuesto cambio.
Y recibirán un subsidio, se jactó el señor Cordero. Se trata de mantener los precios de la harina de maíz y el aceite en las tiendas Diconsa. El resto de los 20 productos que integran la canasta básica reducida en el sexenio pasado, tendrán el aumento razonable, según la razón de las grandes cadenas transnacionales de autoservicio.
Son los nuevos mimados sexenales. Tan mimados en el calderonismo al igual que el señor Maseco (harina de maíz en Diconsa), Roberto González Barrera, emparentado con el Grupo Atlacomulco que sueña con poder cumplir su sueño en 2012 de llevar a uno de los suyos, en la persona de Enrique Peña Nieto, a la presidencia, si es que resiste esa institución a la feroz hambruna.
Claro, también debe sobrevivir a las acciones en defensa de la economía familiar del presidente Felipe Calderón, un panista de cepa, es decir, que cumple con los objetivos y principios del PAN en su fundación por allá de 1939:
Acabar con el ejido por medio de terminar con los ejidatarios e instaurar la bondad del libre comercio y la seguridad jurídica en la tenencia de la tierra de las grandes transnacionales, cinco por ciento de productores agrícolas y transgénicos que se han beneficiado del TLC salinista.
Y ahora, en tiempo de crisis encuentran la prosperidad. Recibirán 22 mil 500 millones de dólares para sus tractores y apoyo a su infraestructura de riego.
Para todos hay. También para las cadenas de tiendas de autoservicio pueden importar sin pagar impuesto, los granos básicos, apelando a su solidaridad para que no le suban mucho a los precios.
Se puede, dijo el presidente que asumió con una ventaja de medio punto, por la sólida estructura económica y financiera del país, aunque le faltó precisar que es sostenida con los recursos petroleros que, curiosamente, intenta entregar a las transnacionales como la Halliburton.
Vivimos, en la furia del cinismo, el tiempo del saqueo en la era del hambre en que mostraron habilidad los conservadores para secuestrar a la pobreza en el dogma del Estado de Derecho que en realidad es el salvaje Estado de Derecha al servicio del imperio.
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