Anunció el presidente Felipe Calderón tres ejes para enfrentar la crisis alimentaria nacional. Las bautizó como Acciones en Apoyo a la Economía Familiar. Responde al llamado de la ONU aunque ignoró el principio democrático de escuchar a los campesinos y lo sustentó en el dogma tecnocrático a favor de la dictadura transnacional.
En los foros multilaterales hay preocupación por la ficticia escasez de alimentos que disparó los precios en el 75 por ciento en el primer trimestre de 2008, mientras que del uno al 20 de mayo se resintió una escalada oscilatoria del 35 al 90 por ciento en los 20 productos a que se redujo la canasta básica en el foxiato.
La ONU reunió a sus especialistas el 23 de mayo que hicieron un llamado a los gobiernos para cumplir el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación (…)
En Arcano Político señalamos que de 780 millones de personas sin acceso a suficientes alimentos en 1992 se pasó a mil 112 millones el 22 de mayo de 2008 y estudios universitarios mexicanos estimaron que con el salario mínimo es inaccesible el 90 por ciento de la canasta básica mientras que la pobreza supera el 60 por ciento.
El origen: El Papa Juan Pablo II emitió en 1979 su Carta Encíclica Redemptor hominis en donde da pistas del segundo paso: La amplitud del fenómeno pone en tela de juicio las estructuras y los mecanismos financieros, monetarios, productivos y comerciales que, apoyados en diversas presiones políticas, rigen la economía mundial.
Sin embargo, la propuesta del gobierno conservador mexicano se sostiene, precisamente, en esas estructuras, para anunciar acciones frente a la crisis alimentaria nacional, en donde se elude mencionar el problema por su nombre mientras que se observa que los gananciosos serán las transnacionales del sector alimentario.
Por ejemplo, en el llamado primer eje se eliminan impuestos a la importación de trigo, arroz, maíz blanco y amarillo, sorgo y pasta de soya, así como a los fertilizantes nitrogenados e insumos químicos necesarios para elaborar fertilizantes en el país, sin arancel el frijol, a la mitad de impuestos la importación de leche en polvo.
Es difícil pensar que los campesinos mexicanos puedan beneficiarse con estas importaciones, menos los pequeños y medianos comerciantes, por lo que la medida tiene como destinatario a las grandes corporaciones que, por lo menos en febrero de 2007, dieron muestras de su poder con la manipulación del precio del maíz.
Para los apoyos crediticios a tierras de riego, es difícil soslayar que en las discusiones sobre los efectos negativos del TLC destaca que solamente se han beneficiado menos del cinco por ciento de productores agrícolas que, se suponen mexicanos aunque se duda por su inequitativa relación con las transnacionales.
La perla del programa emergente del presidente Felipe Calderón, brilla en los subsidios que dará al aceite y la harina para hacer tortilla, en donde el poderoso Maseco emparentado con el Grupo Atlacomulco del aspirante a la candidatura presidencial del PRI, el mexiquense Enrique Peña Nieto, será el ganancioso.
En palabras de la CNC, el anuncio presidencial es reprobable puesto que se basa la solución en sostener un programa económico neoliberal que ya dio muestras fehacientes de su fracaso. No es posible que el problema del hambre y carestía de alimentos en México se pretenda solucionar con más importaciones, destacó en un comunicado de prensa.
Y es que una respuesta coyuntural a un problema estructural, es la simple confirmación de la soberbia tecnocrática de pensar que la retórica puede secuestrar a la miseria, con la insensibilidad política de orillar peligrosamente a la sociedad al hambre, en donde se disparan elementos colaterales que nadie desea.
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