Derrotado al interior del PRD, el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador acompaña al exempleado de una transnacional, Vicente Fox, en su crepúsculo. Dos personalidades opuestas tan parecidas y que dilapidaron el capital político y en su ambición personal y de grupo, le negaron a México la tan ansiada esperanza en recuperar su Destino como país.
Al concluir el 19 de agosto el Décimo Congreso Nacional Extraordinario del PRD realizado en el Distrito Federal que muestra aún bardas pintadas como “la ciudad de esperanza”, ganó la fuerza de la razón contra la razón de la fuerza, en el futuro partido que al estar registrado se comprometió a respetar las leyes que nos rigen y buscar el poder por la vía institucional.
Hay dos elementos estratégicos: 1.- El reconocimiento de haber perdido la elección presidencial por los errores de campaña y 2.- Desechar la propuesta radical de no reconocer señor Calderón y a cambio aceptar debatir en su Primer Informe Presidencial, lo que implica reconocerlo.
En el primer punto, aunque no se mencionaron nombres y estrategias, es inobjetable que el de Macuspana erró al encapsularse con reconocidos salinistas que por lo menos coadyuvaron en la persecución de la semilla perredista, el Frente Democrático Nacional, que regó la sangre de 455 militantes entre 1988 y 1994.
Tal vez fue, como dicen, el exceso de confianza, y que sería más bien la soberbia de sentirse presidente electo por las encuestas ordenadas por su mismo equipo, para ausentarse del debate entre candidatos presidenciales, lo que impidió conocer una propuesta confrontada con las demás, sin descontar la radicalización del discurso.
La amnesia histórica fue fatal. En 1994 el panista Diego Fernández de Cevallos ganó el debate y se ausentó del proselitismo, algunos sospechan que fue pactado, y que aunado a la campaña del miedo orquestada desde algún rincón de Los Pinos, sobre la existencia de guerrillas en 14 estados de la república, entre otros, se impuso al emergente Zedillo.
Podría ser cierto que en las elecciones de 2006 existió manipulación en los sistemas cibernéticos, empero, fue responsabilidad del señor López Obrador, ya que se ha comprobado en el proceso que reeligió al señor George Bus hijo en Estados Unidos, que confirmar esta maniobra es imposible y solamente se puede realizar una acción preventiva.
Es decir, que desde el momento mismo en que se carguen los bancos de datos y se realicen pruebas del conteo, se puede impedir la introducción de un mecanismo que falsee el resultado. Después, el hecho es consumado, ya que para acusar se debe probar. Y si no contó con la representación en el 40 por ciento de casillas, lo demás es lo de menos.
La queja plañidera para ocultar, incluso los errores de las demandas ante el órgano electoral, era difícil que revirtiera ese medio punto de ventaja, por lo que era aconsejable que aceptara la derrota electoral y asumiera el verdadero liderazgo opositor para iniciar el trabajo con miras al 2012 mediante la corrección de los errores.
Su tozudez incubó su destino. Alimentó su soberbia al ganarle la selección de candidato a gobernador en Michoacán al hijo del Tata y descuidó, entonces, la elección interna de delegados en donde el voto de la militancia le dio su confianza en el 75 por ciento a los institucionales encabezados por Jesús Ortega y Jesús Zambrano.
Una composición previsible del resultado del Décimo Congreso, con la minoría a favor de Andrés Manuel López Obrador y sus fieles, Martí Batres Guadarrama, Gerardo Fernández Noroña, Armando Quintero y Dolores Padierna, entre una lista de puros buenos muchachos y ampliamente reconocidos por su posición camorrista y proclives a la corrupción.
Ahora, derrotado por sus propios errores, el señor López Obrador acompañará al señor Vicente Fox, seguramente con la misma estrategia, de aparecer inoportunamente para atacar a sus mismos correligionarios.
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