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Del Archivo de Merlín
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Respeto, base de la tolerancia
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Por MARIO LUIS ALTUZAR SUAREZ
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“Toda Verdad es relativa”, explica el Maestro Hebert a sus discípulos sentados en círculo en un claro del bosque al pardear la tarde, al abordar el Principio de la Tolerancia de la Enseñanza heredada boca oído de los Grandes Iniciados, después de que Ernest había juzgado y sentenciado la expulsión de su cofrade Willi.

Para Ernest era intolerable que su condiscípulo hubiera faltado cuando menos a cinco sesiones, además de ingerir mayor cantidad de alimentos y encerrarse en un mutismo sin mayor explicación. Desde su punto de vista, se trataba de un intento de evasión y proponía, entonces, ayudarle mediante la expulsión del grupo.

Ante la firme negativa del Guía, el aprendiz planteó hacerle por lo menos un juicio en donde se le exigiera el respeto de Igualdad en el reparto de alimentos así como en el cumplimiento de sus deberes y argumentó: “A menos que Willi fuese un protegido directo del Venerable Maestro y se le permitiera quebrantar el orden”.

Con un brillo armonioso en el tranquilo rostro del Conductor, miró hacia el bosque cobijado por las sombras de la noche. Alzó el índice para señalar los árboles en su rítmico vaivén y preguntó: “¿Qué pueden ver?” Las respuestas fueron varias. Sorprendió la del pequeño Ernest: “Pareciera que los árboles caminan hacia nosotros”.

Por los rayos de la luna, la visión del discípulo influyó en los demás adeptos más chicos que pidieron a su Maestro regresar a la protectora residencia monasterial. Merlín sonrío y mencionó: “¿Tienen miedo mis queridos hermanos?” Y sin contener la risa les recordó que los árboles están enraizados y por lo mismo, era imposible que fuesen tras ellos.
El Maestro Hebert dirigió una mirada comprensiva a Merlín al decirle: “No juzgue, mi hermano. El miedo es producto del desconocimiento y al apoderarse del hombre, lo deja como fácil presa del fanatismo y la manipulación. Por ello, es nuestro deber conducir hacia el sendero del Conocimiento de la Luz de la Ciencia y la Virtud a los que pidan ayuda”.

Merlín aceptó su falta y se excusó por su exceso y al igual que los demás discípulos se dispuso a escuchar a su Mentor:

“La Tolerancia, mis queridos hermanos, se sustenta en el Respeto. Todos y cada uno de nosotros siempre exigimos respeto, empero, difícilmente mostramos una disponibilidad para darlo a los demás. Pedimos que se cumplan nuestros derechos y soslayamos nuestras propias obligaciones, lo que enrarece la convivencia en armonía entre los seres humanos”.

Añadió: “Esto se aplica a todos los niveles de la vida; respetar la libertad de los demás, a sus formas de pensar, como serían sus opiniones políticas o religiosas, a su forma de actuar que responde a la formación familiar, educación formal e incluso, de los elementos que absorbe del entorno social y laboral”.

Una acción determinada responde a la formación interior que influye en la interpretación de los hechos y que se proyecta en su respuesta hacia el exterior en la forma de ser o de comportarse, mencionó al abundar: “Es en el interior en el que se debe trabajar. Pongamos como ejemplo, un diamante en bruto al que se debe quitar el carbón para encontrar su belleza. O una piedra que por el cincel que devasta las imperfecciones, puede convertirse en una piedra para una construcción o una obra de arte”.

Le pide a Merlín que pase al centro del círculo. “¿Puede describirme lo que mira?”, inquiere el Guía a Ernest ubicado atrás de su condiscípulo. Responde con las características físicas generales, incluidos los del rostro, por lo que genera la interrogante: “¿Está seguro de lo que menciona?” La respuesta es afirmativa.

Se dirige hacia el punto visual de Ernest y comenta: “Creo que mi querido hermano se dejó conducir por su prejuicio, es decir, por lo que cree conocer de nuestro hermano Merlín, ya que desde aquí, lo único que puedo ver es la túnica blanca que cubre la cabeza y la figura delgada de mi querido hermano y es imposible que pueda mirar la cara que usted describió”.

Le pide a Irvin que se encuentra frente a Merlín, una descripción de lo que mira. La respuesta incluyó la mención de un rostro apacible y tranquilo. El Maestro Hebert se ubica a un lado del discípulo y preguntó: “¿Cómo es posible que pueda verle al cara a mi querido hermano cuando se encuentra cubierto hasta la cabeza y la sombra de la túnica impide definir el rostro?”

Con este ejercicio, señaló el Guía, hemos comprobado que toda verdad es relativa. En primer lugar, tenemos que la interpretación de lo que vemos se influye por prejuicios, positivos o negativos, en segundo lugar, que Ernest tiene una parte de la verdad al igual que Irvin, pero difícilmente pueden tener todo el campo visual para poseer toda la verdad.

Y esto se complicaría más si pedimos el punto de vista de cada uno de los hermanos que se encuentran en el círculo desde diferente perspectiva o que otro que se suba a un árbol para verle desde allí. Pero así como sucede hacia en exterior en la interpretación de los hechos, también se repite hacia el interior. Al despertar y vernos en el espejo, solamente vemos una parte de nuestra verdad y por ello la necesidad del trabajo esotérico, de recorrer nuestro sendero oculto porque se encuentra dentro de nosotros y nadie lo puede ver.

En eso, aparece Willi y dice: “Venerable Maestro, solicito integrarme al trabajo”. Hebert contestó: “Hemos terminado, mi querido hermano. Pero si tienes algo que decir, con gozo en nuestros corazones te escuchamos”.

Fue breve y directo: “Venerable Maestro, queridos hermanos todos. Vengo a informarles que una mujer del pueblo solicitó mi auxilio, por lo que tuve que ausentarme de las sesiones de trabajo anteriores. La convivencia de la mujer con su esposo alcohólico abrió la puerta a seres oscuros muy fuertes y en el proceso de su liberación, quedaba exhausto y debilitado, por lo que requería de ingerir mayor cantidad de alimentos. Hoy logré cumplir con la misión y su esposo ha dejado el alcoholismo y reina la armonía en su hogar”.


Observó a Ernest que bajaba la mirada. Se acercó a su condiscípulo y le estrechó en un fuerte abrazo. “Te prometo que a la próxima vez, compartiré contigo esta Enseñanza”.


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